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Barbee siguió relatando todo lo que sabía. En su momento se acordó de que Sam
Quain había formulado la sospecha de que el mismo Glenn pudiera ser un brujo, pero la
desechó inmediatamente. Entre ellos había vuelto a despertarse aquella curiosa
impresión de confianza y simpatía. Glenn le escuchaba con agrado. Barbee sintió que lo
único que deseaba era la competente ayuda de Glenn, el hombre de ciencia, el escéptico.
- Entonces, doctor, ¿qué opina usted de todo esto?
- Está usted enfermo, señor Barbee, no lo olvide. Por eso percibe la realidad
deformada, a través del cristal de su angustia. Toda esa historia del Homo lycanthropus,
en mi opinión, es una especie de metáfora torcida y deformada de la realidad.
Fuera, los perros continuaban ladrando.
- Cierto - continuó Glenn - que algunos pioneros de la parapsicología han interpretado
sus descubrimientos como pruebas científicas de la existencia de un espíritu
independiente del cuerpo, quien, en cierta medida, podría influir en la probabilidad de los
acontecimientos, del mundo real y que, incluso, podría sobrevivir a la muerte física. Sí...
De la misma manera, también es cierto que el hombre desciende de animales salvajes y
que hemos heredado rasgos que no tienen ninguna utilidad en una sociedad civilizada.
Efectivamente, el inconsciente, a veces, da la impresión de ser una caverna oscura llena
de horrores. Estos mismos hechos horribles se encuentran expresados en el mito y la
leyenda. E incluso, es verdad que en estos últimos tiempos se han dado varios casos de
atavismo.
Barbee protestó violentamente:
- Pero todas estas explicaciones no impiden que sigan existiendo estos brujos. Y ahora
precisamente están buscando un encadenamiento de probabilidades para
desembarazarse de Sam Quain. ¡Piense en la pobre Nora y en la pobrecita Pat! No quiero
asesinar a Sam. Sam es el único motivo de que, esta noche, no quiera yo dormir.
- Se lo ruego, señor Barbee, trate de comprender. Su miedo a dormirse no es sino
miedo a los deseos inconscientes que se liberan en el sueño. Puede que esa bruja de sus
sueños sea simplemente su amor culpable por Nora Quain y que sus ideas de asesinato
se deriven de sus celos inconscientes y del odio que experimenta hacia su marido.
- ¡No! - exclamó Barbee.
- De momento, rechaza usted mis hipótesis. Pero tendrá que acostumbrarse a
aceptarlas, a afrontarlas, a ser realista. Tal vez es la finalidad de nuestra terapéutica. La
angustia que le atormenta no tiene nada de insólito ni de excepcional, se lo aseguro. Todo
el mundo se expresa así...
- Todo el mundo es portador de sangre de brujo.
- Cierto, Señor Barbee. Ahora ha expresado usted una verdad fundamental. Estos
conflictos existen en todos y cada uno de nosotros...
Se oyó un ruido de pasos, pero no era la loba blanca, sino la enfermera Graulitz, la del
rostro caballuno, y la musculosa Hellar. Barbee se volvió indignado hacia el médico.
- Será mejor que las siga dócilmente, señor Barbee. Le van a ayudar a acostarse y a
dormir.
- Me da miedo dormir. No quiero...
Intentó huir... pero las dos amazonas vestidas de blanco almidonado le cogieron por los
brazos y tuvo que capitular extenuado. Le llevaron a su habitación del anexo. Le dieron
una ducha caliente que le dejó más tranquilo. La cama, con sus sábanas inmaculadas, le
atraía, tentadora.
- Estaré vigilando el corredor y le pondré una inyección si no se duerme enseguida -
dijo la señorita Hellar.
No hubo necesidad de inyección. El sueño se apoderó de él. Luchaba
desesperadamente por no dormirse cuando algo le hizo mirar a la puerta de la habitación.
Silenciosamente, el panel inferior se estaba desintegrando. Por la abertura apareció la
loba blanca. Se colocó en el centro de la habitación, mirándole divertida, con la roja
lengua palpitante entre los blancos colmillos.
- Puedes esperar hasta que se haga de día - dijo Barbee -, pero no conseguirás
hacerme cambiar de cuerpo, porque no me voy a dormir. ¡No hay nada que hacer!
- No tienes por qué dormirte - contestó la loba con la aterciopelada voz de April Bell -.
Acabo de contarle a tu medio hermano lo que ha ocurrido en el Monte Sardis y está
entusiasmado. Asegura que debes tener un poder terrible, pues ni siquiera las enfermeras
se han dado cuenta de nada. Dice que ahora puedes transformarte a tu voluntad, sin
ayuda del sueño, ya que ahora no te queda ninguna resistencia humana que vencer.
- ¿Pero qué dices? ¿De qué no se han dado cuenta las enfermeras? ¿Y quién es mi
medio hermano?
- ¿No lo sabes? ¿No te ha dicho nada Archer? Es muy típico de él. Le gustaría que te
pasaras aquí un año entero para recobrar tus poderes ancestrales, como hizo conmigo, ¡a
cuarenta dólares la hora! Pero el Clan no puede esperar. ¡Yo te doy de alta ahora mismo!
Tenemos cosas que hacer. Está pendiente el asunto de Sam Quain y tu sangre humana
ha revelado cierta resistencia...
- No entiendo nada - dijo Barbee -. Ni siquiera sabía que tenía familia. Claro que nunca
he conocido a mis padres. Mi madre murió cuando yo nací y mi padre fue ingresado en un
asilo poco después. Me eduqué en el orfelinato hasta que entré en la Universidad. Y
entonces me hospedé en casa de la señora Mondrick.
- Todo eso son cuentos de hadas - dijo la loba blanca -. Existió, efectivamente, un
Luther Barbee, pero a su mujer y a él les pagaron para que te adoptaran. Pero, por lo
visto, enseguida descubrieron que eras un pequeño monstruo humano. Por eso hubo que
matar a esa mujer. En cuanto al hombre, hubo que desembarazarse de él... Para que no
hablara.
- Entonces, ¿qué? ¿Qué soy yo?
- ¡Tú y yo, Barbee, somos seres aparte! Hemos nacido entre los hombres, gracias a un
arte especial y con fines particulares... Pero ni tú ni yo somos humanos.
- ¡Sí! Ya me ha puesto Sam al corriente. El Homo lycanthropus, del que todos tenemos
indicios de sangre, y lo del renacimiento de la especie de los brujos mediante la
manipulación de los genes.
- Quain sabe demasiadas cosas - observó la loba blanca -. La técnica de agrupar
genes por control mental de probabilidades biológicas fue concebida y desarrollada aquí
mismo en Glenhaven, y fue tu ilustre padre el que realizó esta gran obra hace ya más de
treinta años.
- ¿Y quién era mi padre?
- El antiguo doctor Glenn... Por eso el doctor Archer Glenn es tu medio hermano. Es un
poco mayor que tú, te lleva unos años y fue resultado de una experiencia genética un
poquito menos conseguida que la tuya.
- ¿Y mi madre?
- La conoces... La escogió tu padre a causa de sus genes. Trabajaba en Glenhaven
como enfermera. Tenía un gran atavismo genético, pero desgraciadamente no pudo
superar la perniciosa influencia de su sangre humana. Tuvo el candor de creer que tu
padre estaba enamorado de ella, y cuando supo la verdad no se lo perdonó. Se pasó al
bando de los humanos. ¡Pero tú ya habías nacido!
- ¿No sería Rowena Mondrick?
- Por aquel entonces era la señorita Rowena Stalcup. Ignoraba sus facultades
ancestrales hasta el momento en que tu padre las fomentó. Creo que era un poco
mojigata y le horrorizaba la idea de tener un hijo sin estar casada, incluso cuando todavía
creía que eras humano...
- ¡Y la he matado yo, su hijo! [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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