[ Pobierz całość w formacie PDF ]
pierde todo, incluida la dignidad. No sé qué opinará usted, pero a mí me parece que tenía razón. Rodney perdió allí a Bob, lo reventó una mina. Y, bueno, supongo que en cierto modo él también murió allí. Cuando regresó ya no era el mismo. Ahora es fácil decirlo, pero quizá en el fondo siempre supimos que terminaría ,así. O quizá no, no lo sé. ¿Usted de qué lo conocía? -Trabajamos juntos en Urbana -dije-. Fue hace tiempo, en la universidad. -Claro -dijo el patrón-. No sabía que hubiese hecho amigos allí, pero ésa fue una buena época para él. Se le veía contento. Luego se marchó y en muchos años casi no volvió por aquí. Cuando lo hizo venía casado y con un hijo. Daba clase en la escuela. La verdad: yo nunca le había visto mejor, parecía otra persona, parecía..., no sé, casi parecía el que siempre creímos que iba a ser. Hasta que pasó lo del reportaje y todo se jodio. En aquel momento entraron en el bar dos parejas de mediana edad, alegres y endomingadas. El patrón dejó de hablar, las saludó con un gesto, se volvió hacia la puerta batiente y llamó a la chica, pero, como ésta no acudía, al hombre no le quedó más remedio que ir a atender a sus clientes. Mientras lo hacía reapareció la chica, que se hizo cargo del pedido no sin que ella y el patrón intercambiaran de nuevo un par de puyazos de pasada. Luego el patrón volvió pesadamente hasta donde yo estaba. -¿Quiere otra? -preguntó, señalando mí botella de cerveza vacía-. 105 Invita la casa. Negué con la cabeza. -Me estaba hablando de Rodney y de un reportaje. El patrón hizo un mohín de asco, como si su olfato acabara de detectar en el aire una bolsa de aire fétido. -Era un reportaje de televisión, un reportaje sobre la guerra de Vietnam -explicó con desgana-. Al parecer contaba cosas horribles. Digo al parecer porque yo no lo he visto, ni falta que me hace, pero de todas maneras esas cosas salieron luego en todas partes. En los periódicos, en las televisiones, en todas partes. Si hubiera vivido aquí lo sabría, mucha gente hablaba del asunto. -¿Y qué tenía que ver Rodney con el reportaje? -Dicen que aparecía en él. -¿Dicen? -La gente lo dice. Ya le he dicho que yo no vi el reportaje. Lo que dicen es que el hombre que aparecía contando todas esas cosas horribles era Rodney. Por lo visto no se le reconocía, los de la tele habían hecho algo para que no se le reconociese, hablaba de espaldas a la cámara o algo así, pero la gente empezó a atar cabos y enseguida llegó a la conclusión de que era él. Yo no lo sé, ya le digo. Lo que sí sé es que antes de que pusieran el reportaje en la tele y todo se liase Rodney ya llevaba varías semanas sin salir de casa, y luego tampoco se supo nada de él hasta que, bueno, hasta que se quitó de en medio. En fin, no me haga hablar de esto, es una historia muy jodida y yo no la conozco bien. A quien debería ver es a su mujer. A la mujer de Rodney, quiero decir. Ya que se ha molestado en hacer el viaje... -¿Su mujer todavía vive en Rantoul? -Claro. Aquí al lado, en casa de Rodney. -Acabo de estar allí y no he encontrado a nadie. Ya se lo he dicho. -Habrán salido a algún sitio. Pero apuesto a que vuelven a comer. No estoy seguro de que a Jenny le apetezca mucho hablar de estas cosas después de todo lo que tuvo que aguantar, pero bueno, al menos podrá saludarla. Le di las gracias al patrón y fui a pagarle la cerveza, pero no me lo permitió. -Dígame una cosa -dijo mientras nos estrechábamos la mano y él retenía la mía un segundo más de lo habitual-. ¿Piensa quedarse mucho tiempo en Rantoul? -No -contesté-. ¿Por qué lo pregunta? -Por nada -me soltó la mano y se acomodó su pelo escaso bajo la gorra-. Pero ya sabe usted cómo son estos sitios pequeños: si se queda, hágame caso y no se crea todo lo que le cuenten de Rodney. La gente dice muchas tonterías. Una explosión de luz me cegó al salir a la calle: era el mediodía. Más confuso que abatido, de forma automática eché a andar hacia Belle Avenue. Tenía la mente en blanco, y lo único que recuerdo haber pensado, equivocándome, es que aquél sí era el final del viaje, y también, sin equivocarme o equivocándome menos, que era verdad que Rodney había encontrado la salida del túnel, sólo que era una salida distinta de la que yo había imaginado. Al llegar frente a la casa de Rodney estaba empapado en sudor y ya había decidido que lo mejor era volver inmediatamente a Urbana, entre otras cosas porque mi presencia allí sólo 106 podía importunar a la familia de Rodney. Entré en el Chrysler, lo arranqué, y a punto estaba de girar en Belle Avenue para tomar el camino de vuelta a Urbana cuando me dije que no podía marcharme de aquella manera, con todos los interrogantes abiertos ante mí como una cerca de alambre de espino y sin siquiera haber visto a la mujer y al hijo de Rodney. Aún no había terminado de pensar lo anterior cuando los vi. Acababan de doblar la esquina y caminaban bajo la sombra verde de los arces, cogidos de la mano por el sendero de cemento que discurría entre la calzada y los jardines delanteros de las casas, y mientras avanzaban hacia mí, huérfanos y sin prisa por la calle vacía, de repente v¡ a Gabriel y a Paula caminando por otras calles vacías, y luego a Gabriel soltando la mano de su madre y echando a correr con su paso oscilante, riendo y ansioso de echarme los brazos al cuello. Sentí que los ojos estaban a punto de llenárseme de lágrimas. Conteniéndolas, paré el motor, aspiré [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] |