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del yelmo. Skwee pasó corriendo ante el Ratonero y, cuando casi había llegado a la altura
de Hisvet, se situó a su derecha y a tres pasos de rata detrás de ella, pavoneándose con
la pata en la empuñadura de la espada y la cabeza alta, como un capitán general detrás
de su emperatriz.
Mientras el Ratonero empezaba a cortar de nuevo la soga, miró a Fafhrd, atado a la
borda, y vio que la gatita negra estaba agazapada sobre el cuello del norteño, que seguía
roncando ruidosamente, arañándole con lentitud la cara con las garras de una pata.
Entonces la gata agachó la cabeza y le mordió la oreja. Fafhrd emitió un gemido
lastimero, pero al que siguió de inmediato otro potente ronquido. La gata continuó
arañándole la cara. Dos ratas, una blanca y otra negra, pasaron por su lado y el felino les
dirigió un maullido débil pero amenazante. Las ratas se detuvieron y se quedaron
mirándola, pero en seguida se escabulleron hacia la cubierta de popa, presumiblemente
para informar a Skwee o Hisvet sobre la malsana condición.
El Ratonero decidió soltarse sin más demora, pero en aquel preciso instante
aparecieron los cuatro ballesteros, arrastrando una jaula metálica en cuyo interior unos
abadejos piaban asustados. El Ratonero recordaba haber visto aquella jaula colgada junto
a la litera de un marinero, en el castillo de proa. Se detuvieron junto a los soportes de la
grúa y empezaron a disparar a las aves. Soltaban una y, cuando se elevaba aleteando, la
derribaban con un certero dardo..., a distancias de cinco o seis varas, sin fallar ni una sola
vez. En una o dos ocasiones, uno de los ballesteros roedores miró al Ratonero con los
ojillos entrecerrados y tocando la punta del dardo.
Frix bajó por la escalera de la cubierta de popa. Ahora vestía como su ama, pero no
llevaba casco, sino sólo la redecilla de plata que le recogía el pelo. Tampoco llevaba los
brazaletes.
 ¡Señora Frix!  exclamó el Ratonero, casi con júbilo.
No era fácil saber cómo debería hablar uno en una nave mandada por ratas, pero un
tono agudo parecía el más indicado.
Ella se le acercó sonriendo.
 Llámame Frix  le dijo . Señora es un título tan asfixiante como un corsé.
 Frix, entonces  replicó el Ratonero . Al pasar por ahí, ¿querrás apartar a esa gata
negra de mi narcotizado amigo? Le va a arrancar un ojo.
Frix miró de soslayo para ver a qué se refería el Ratonero, pero siguió avanzando hacia
él.
 Nunca me meto en los placeres o los dolores de otra persona, dado que es difícil
determinar con seguridad cuáles son unos y otros  le informó mientras se le acercaba .
Sólo cumplo las instrucciones de mi ama. Ahora desea que te diga que has de ser
paciente y tomar las cosas con calma, pues tus penalidades pronto habrán terminado.
Además, te envía este recordatorio.
Besó suavemente al Ratonero en cada uno de sus párpados.
 Éste es el beso con el que las sacerdotisas verdes de Djil cierran los ojos de los que
van a partir de este mundo  comentó el Ratonero.
 ¿Ah, sí?  preguntó ella en voz baja.
 Cierto  dijo el Ratonero, estremeciéndose ligeramente . Anda, Frix, quítame estas
ataduras; es una de las instrucciones de tu ama. Y luego, si quieres, dame un beso más
animado..., después de que me haya ocupado de Fafhrd.
 Sólo cumplo las instrucciones que me da mi ama con su propia boca  dijo Frix,
meneando la cabeza con cierta expresión de tristeza . No me ha dicho que te quitara tus
ataduras, pero sin duda me lo ordenará dentro de poco.
 Sin duda  convino el Ratonero, un poco sombrío, absteniéndose de seguir cortando
la soga mientras Frix le miraba.
Se dijo que si podía cortar en seguida tres lazadas, sería capaz de liberarse de las
demás en un número de latidos del corazón no demasiado grande.
En aquel momento, Hisvet bajó apresuradamente la escala.
 Mi querida ama, ¿me ordenáis que libere a este caballero de sus ataduras?  le
preguntó Frix de inmediato, casi como si deseara que se lo pidiera.
 Yo arreglaré las cosas aquí  replicó Hisvet . Ve a la cubierta de popa, Frix, y
estate atenta por si oyes o ves a mi padre. Esta noche se retrasa demasiado.
También ordenó a las ratas blancas armadas con ballestas, que habían derribado al
último abadejo, que se retirasen a la cubierta de popa.
6
Cuando Frix y las ratas se marcharon, Hisvet miró al Ratonero durante una veintena de
latidos del corazón, con el ceño un poco fruncido, fijos en él sus ojos de iris rojizos.
 Ojalá pudiera estar segura  dijo finalmente con un suspiro.
 ¿Segura de qué, alteza blanca?  le preguntó el Ratonero.
 De que me amas realmente  respondió ella en voz baja pero llana, como si él lo
supiera sin ninguna duda . Muchos hombres, así como mujeres, demonios y bestias, me
han dicho que me amaban de veras, pero no creo que ninguno de ellos me amara en
verdad por mí misma (salvo Frix, cuya felicidad radica en ser una sombra), sino sólo
porque era joven o bella o una damisela de Lankhmar o muy lista o con un padre rico y
poderoso, emparentado con las ratas, lo cual es cierto signo de poder en otros mundos
aparte de Nehwon. ¿Me amas realmente por mí misma, Ratonero Gris?
 No dudes de mi amor, princesa de las sombras  dijo el Ratonero sin apenas un
instante de vacilación . Te amo realmente por ti misma, Hisvet, más que a cualquier otra
persona en Nehwon y en todos los demás mundos, en el cielo y el infierno juntos.
En aquel momento, Fafhrd, a quien la gata había arañado o mordido cruelmente, emitió
un agudo lamento y el Ratonero dijo impulsivo:
 Querida princesa, primero apartad ese gato de mi amigo, pues temo que le ciegue o
incluso acabe con su vida, y luego hablaremos de nuestros grandes amores hasta el fin
de la eternidad.
 A eso precisamente me refería  dijo Hisvet en voz baja y con tono de reproche . Si
me quisieras realmente por mí misma, Ratonero Gris, no te importaría un ardite que a tu
amigo más íntimo o a tu esposa, tu madre o tu hijo les torturasen y dieran muerte ante tus
ojos, mientras los míos estuvieran fijos en ti y yo te tocara con las yemas de mis dedos.
Con mis labios en tu boca y mis esbeltas manos acariciándote, con toda mi persona
aceptándote y ansiando recibirte, verías a tu amigo cegado o muerto por un gato, o tal vez [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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